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lunes, 26 de septiembre de 2011

El Arbol de la Vida (2011) Terence Malick





Era natural que una persona como yo, que alguna vez se ha definido como Grouchista-Darwinista, se sintiera atraído por una película cuyo título reza “El Árbol de la Vida”.

Fiel a mis costumbres,me abstuve de leer apenas nada acerca del film y llegué casi virgen a la sala. Tenía conocimiento de las quejas de Sean Penn –uno de mis preferidos- acerca del desmesurado recorte de su papel, supuestamente protagonista, en el montaje final. Poco más sabía. Mi acompañante, aún tenía menos noticias que yo. 


En esas condiciones nos sentamos en nuestras butacas para asistir a la proyección. Al rato de empezada ésta, y antes de la media hora de metraje, 4 siluetas se alzaron y abandonaron la sala. No fueron los únicos. Otros muchos se quedaron, pero los abucheos proferidos por buena parte del aforo tras el plano final que cerraba el film, dejaron bien claro que daban la razón a los cuatro pioneros (y a su posterior goteo de imitadores). Y es que El Árbol de la Vida tiene mucho de Einseinstein. Y eso no es normal en el cine actual. Los espectadores no estamos acostumbrados a ello. En esa sala me quedó claro que al gran maestro ruso, hoy día, no lo salva ni Brad Pitt.


Yo pertenezco al grupo al que la película le gustó y no le aburrió. Disfruté con ella, aunque he de decir claramente que su desconcertante epílogo final me parece muy fallido e incluso exasperante. En la línea del de “El cielo sobre Berlín”, una gran película con un final muy insufrible, sin duda.
El detonante del film es la muerte, probablemente en la guerra, del mayor de los 3 hijos de una familia estadounidense. La voz en off de la madre -una sensacional Jessica Chastain- nos habla de las dos maneras de encarar la vida que le enseñaron desde niña: la de la Naturaleza -o sea, la de Darwin y el panteísmo- y la de lo Divino, es decir, la de los judíos, cristianos y musulmanes. Ella, deja claro que opta por lo divino. ¿Y por cuál opta Terence Malick? Más adelante hablaremos de este transcendental tema.

A partir de ahí, la narración de la historia de la vida de la familia se contrapone a la Historia de la Vida con mayúsculas. Malick no se corta y con un montaje muy intelectual -usando el término acuñado por las grandes teóricos del montaje soviético- nos narra durante casi 30 minutos, en imágenes y sin palabras, el principio de los tiempos hasta hoy: el Big Bang, la formación de las primeras criaturas vivientes en la tierra; más tarde los dinosaurios, las aves y, por supuesto, el hombre y la mujer hasta nuestros días.

La narración convencional del film bascula entre la época actual y, sobre todo, los años 50. Sean Penn, interpreta a un ejecutivo de una gran compañía norteamericana actual. La muerte de su hermano está aún muy presente en él. También lo está la relación con su extremadamente estricto padre y la equivocada educación que éste les dio. Un educación rígida y espartana, que confunde el respeto con el miedo y el temor con el amor. La madre, en contraposición, es todo dulzura, amor y comprensión. Elección que, a la postre, se mostrará -sufrimientos inevitables, aparte- como la correcta y acertada.

 Y es que la película es una continua sucesión de contrastes. Amor/Temor. Dios/Naturaleza. Rigidez/Dulzura. Tiempo actual (siempre subjetivo, no lo olvidemos) / Tiempo pasado (igualmente subjetivo). Leyes y usos de ahora / Leyes y usos de ayer (y del protoayer). 


Y ese es el juego que nos propone Terence Malick. La importancia subjetiva, relativa y dinámica que tienen los acontecimientos y normas más relevantes de la vida. Lo que hoy vale mañana está olvidado. Nada tienen que ver las leyes de la época de los organismos unicelulares de hace millones de años, con las de los posteriores dinosaurios, ni con las de los griegos. Y mucho menos con nuestras normas (aunque todas ellas fueran reinas por un día. En su momento, claro). Como nada tienen que ver el mundo y las normas del personaje de Sean Penn (actualidad) con el de Brad Pitt (años 50) . Nada y todo, por supuesto. Porque la historia de la vida suma y sigue, y, en el fondo, sigue siendo la misma. Sólo evoluciona. Y de eso habla el director estadounidense.



Sobre la postura que toma Malick acerca de lo divino y lo humano, hay quien ha querido ver un alegato a favor de lo divino. Otros, incluso -pertenecientes, sin duda, al grupo de los que abandonó o hubiera abandonado la sala-; han llegado a  hablar, con displicencia, de una “película de testigos de jehová".
Y es que es cierto que el personaje de la madre, dulce y amorosa, triunfa sobre el del padre rígido y malpensado, según avanza la narración. La cita bíblica del libro de Job con que se inicia el film puede también resultar engañosa. Pero, bajo mi punto de vista, eso es quedarse en la coraza de la película.


Yo pienso que difícilmente una persona que cree que arriba hay un señor mirándolo todo, pueda dejar de salir con un mal cuerpo de esta película.

Y es que la postura de Malick, aunque algo críptica sin duda, es clara. Él no cree en ese dios sádico que crea tsunamis y se lleva inexplicablemente a nuestros hijos. Por que si no, ¿a qué viene esa parte de película que, además, irrita (y no precisamente por motivos religiosos) a tantos y tantos espectadores ? Me ha extrañado no leer apenas sobre este punto entre los críticos y demás. ¿Vosotros qué opináis? Podéis votar en la encuesta de la derecha.
En definitiva, un film complejísimo, necesario y no apto para todos los gustos.

Mi calificación: 8,5

PD: Próximo post acerca de "El Sirviente/The Servant" del gran Joseph Losey.

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